Luang Prabang es
uno de esos lugares que si pudiera volver a un sitio, tal vez estaría en la
lista. La tranquilidad que goza Laos en su conjunto y la belleza que tiene este
lugar junto con una simbiosis perfecta de arquitectura colonial francesa y
templos budistas, hace que los recuerdos de ella, tarden mucho en irse de
nuestras retinas. Todo esto le ha valido ser reconocida como Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO.
Si bien por el
mediodía, el calor (característico de esta zona) pueda ser incómodo, lo que
dota a esta ciudad de cierta magia es el antes y el después de la puesta del
sol. Al amanecer, podremos ver la ceremonia de entrega de limosnas a los monjes
y al caer el sol, ver los hermosos atardeceres desde el Río Mekong y disfrutar
posteriormente del Mercado Nocturno.
Y aunque de día
haga calor, observar la belleza de esta ciudad, hará que todo ese sufrimiento
se atenúe y disfrutemos plenamente. Luang Prabang es una de esas ciudades que
aunque se haya visto todo en unos pocos días, invita a quedarse un poco más y
disfrutar de una calma que tal vez, no podamos disfrutar en otros puntos
turísticos del sureste asiático.