La ciudad de
Mandalay es la segunda ciudad más habitada de Myanmar, después de Rangún (o Yangon). Su población, roza el millón y medio de habitantes. La
primera impresión que tenemos al entrar a ella es que cumple con unos
estereotipos de una ciudad de su país vecino, la India, es decir, un cierto caos en el tráfico
(aunque lógicamente sin esa gran cantidad de parque automovilístico), una
ciudad casi carente de aceras y un desorden urbanístico que no sigue unas pautas
determinadas.
El último punto
es, en parte, achacable al gran ataque que sufrió por parte de las tropas
japonesas durante la Segunda Guerra Mundial y que su posterior reconstrucción,
al contrario que en otros lugares, no tuvo un cierto orden precisamente.
Por todo lo
comentado anteriormente, no es precisamente una ciudad en la que nos
encontraremos cómodos precisamente a la hora de caminar y dirigirnos entre los
principales puntos a visitar y por eso es en lo que yo llamo a este tipo de urbes,
una ciudad de punto a punto, es
decir, que por la dificultad en el caminar, nos dirigiremos directamente entre
los lugares a visitar sin poder pisar prácticamente el resto de la ciudad. No
obstante, no debe ser un hándicap y querer obviarla. Esta ciudad tiene mucho
que ofrecer y merece la pena bastante.